Todos hemos oído hablar alguna vez del Omega-3. Es cierto que sabemos que es algo bueno para la salud, sin embargo no terminamos de comprender para qué. Si conocemos que es bueno para el corazón, ignoramos al mismo tiempo que también es bueno para el cerebro.
Empecemos por reconocer que los Omega-3 no se encuentran tan presentes como pensamos en la naturaleza. Es verdad que abundan en algunos aceites vegetales (nuez, soja, colza, lino…), y también en ciertos alimentos como el pescado graso, y en menor medida en ciertos productos marinos, y alimentos enriquecidos.
Desde hace tiempo sabemos de la riqueza particular del tejido nervioso (cerebro, retina) en Omega-3, particularmente aquellos que están presentes en el pescado. Las investigaciones de estos últimos años, confirman el aporte de este ácido graso durante el embarazo y el tiempo de lactancia, para la formación del tejido nervioso del feto, y el desarrollo de sus funciones visuales y cognitivas. Salud y belleza para un futuro están en juego.
Recientemente, otros estudios han puesto en evidencia la implicación del los Omega-3 en la salud mental en sentido amplio. En el caso de la depresión, los datos son muy significativos: en los países donde se consume mucho pescado, que es la principal fuente de Omega-3, las tasas de personas afectadas por depresión es menor, así como los índices de suicidios.
En general, estos estudios sugieren un efecto preventivo de los Omega-3, con relación a la depresión, tan común en los países desarrollados. El consumo de este ácido graso esencial puede mejorar significativamente los síntomas de los pacientes que sufren una depresión, siempre que esté complementado con un tratamiento terapéutico químico y psicológico. |
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